No se puede hablar de un solo Caribe
No se puede
hablar de un solo CaribeIvette Marie Serrano
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“Como cuestión de hecho,
a partir de 1898 no se definió
un Caribe,
sino muchos Caribes.”
-Antonio Gaztambide-Géigel
“No hay mal que por bien no venga.”
-Refrán.[1]
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El Caribe que
conocemos hoy día es producto de una multitud de fusiones étnicas, lingüísticas
y culturales que se ha desarrollado desde el arribo de los descubridores
europeos. Desde esta perspectiva, los estudiosos de la región conocida como El
Caribe no la podemos definir ni analizar como si fuese una sola pieza.
Creemos que no se puede hablar de un Caribe porque nos parece que
la región debe agruparse bajo la referencia de múltiples Caribes. Así son esta
tierra y este mar que están llenos de fusiones y elementos que conforman una
historia y una literatura. Desde las distintas pigmentaciones de la piel, los
múltiples idiomas, los ciclos migratorios, las variantes ideológicas, políticas
y religiosas entre islas, hasta las costumbres sociales y formas recreacionales.
Todas estas piezas están en constante evolución. Esta pluralidad caribeña la
propone Gordon Lewis (1929) en “Caribbean Society and Culture”,
explicando que la sociedad caribeña está mezclada racial y
culturalmente.
Con los años, se ha
observado entre los caribeños un aumento en la tolerancia hacia la diversidad
racial que hay en la zona. Sin embargo, en algunos sectores aún se pueden
encontrar individuos renuentes a aceptar su mulatez o a convivir con grupos con
estas características. El traslado forzoso de esclavos africanos y más tarde la
llegada de hindúes y chinos para trabajos de servidumbre desencadenó en una
aportación al bagaje cultural. Paralelamente también arribaron a la zona
británicos, franceses y holandeses que siguieron los pasos de los pioneros
españoles. Como resultado de esta fusión de elementos étnicos con las raíces
indígenas, surge lo que somos hoy día: caribeños.
Los diferentes movimientos cíclicos
de población en los grupos migratorios hacia centros metropolitanos como lo la
ciudad de Nueva York, conforman lo que sociólogos llaman El Caribe de la
diáspora. Vale la pena decir, que el Caribe de la diáspora no es uno físico,
sino más bien emocional. Ejemplo de ello son los puertorriqueños que nacen en
Estados Unidos, que no hablan español y aunque política y culturalmente son
norteamericanos, se consideran boricuas. Esa diáspora piensa en el retorno y el
regreso siempre es emocional, aún cuando se conciba desde una perspectiva
pragmática y económica.
Jean Casimir-Perier (1847-1895) agrega
sobre este particular que “la nación y la región caribeña, son resultado de
inmigraciones cuyas secuelas políticas y económicas aun no han sido objeto de
reflexión científica. (…) los movimientos migratorios permanecen siempre
incompletos: las personas que emigran sueñan con regresar a su tierra natal a
pesar de lo que nos enseña la experiencia” (129).
Por otro lado, la penosa realidad es que
los emigrantes fantasean con el regreso a su tierra; sienten nostalgia por su
patria, y así pasan largo tiempo reuniendo dinero para regresar, no obstante,
cuando vuelven no se acostumbran a las diferencias físicas de la región,
etc.
El historiador Antonio Gaztambide-Géigel
explica en su ensayo, que él coincide con Girvan cuando explica que “(…) en el
nivel cultural, la creciente importancia de la diáspora del Caribe insular hacia
Norteamérica y Europa ha sido reconocida, así que el Caribe no es sólo
multilingüe, también es trasnacional” (55). Evidentemente, aceptar la
importancia de esta dispersión de caribeños, es reconocer que el Caribe no sólo
es hispanoparlante, sino, que coexiste con el holandés, el inglés y el francés.
En la región caribeña, se hablan todos estos idiomas y otros dialectos como por
ejemplo, el papiamento[2].
En el Caribe existen multiplicidades
religiosas ya que además de católicos, evangélicos, protestantes, adventistas,
judíos y mormones, hay otras creencias como: el vudú en Haití, la brujería en
República Dominicana, la santería y los cultos espiritistas mayormente en las
islas de Cuba, República Dominicana, Santa Cruz y Puerto Rico. Asimismo, se
incluye el culto rastafarian mayormente encontrado en Jamaica y Barbados, los
dreads de Dominica y los shouters de Trinidad y Tobago. Del mismo modo, podemos
encontrar preferencias de tipo protestante en la isla de Santa Cruz como la
Fridensberg Moravian o la St Paul episcopal.
El deporte, en su carácter recreacional
sirve de ejemplo para demostrar la multiplicidad cultural del pueblo caribeño.
La variedad de juegos deportivos que se practican en la región del Caribe poseen
influencias indígenas, europeas y hasta africanas. Del mismo modo, la música, la
poesía y las artes son un denominador común en los círculos sociales de la zona,
lo que nos integra a la experiencia caribeña. Recordemos los planteamientos de
Derek A. Walcott (1930) cuando se cuestionaba “¿qué nos une como
caribeños?”, y éste sostenía que
nosotros estábamos vinculados a través de las emociones y la cultura.
La influencia de Estados Unidos en la zona,
es un factor determinante tanto político, como culturalmente. Ciertamente, hay
personas que están a favor de que Estados Unidos esté presente en el Caribe. Por
otro lado existen otros grupos que se oponen a la hegemonía en su territorio.
Para servirnos de ejemplo, sólo bastaría ojear la historia desde el 1898,
empezando con la invasión de los Estados Unidos a Puerto Rico. Efectivamente,
ahí es donde observamos cómo están presentes las respuestas positivas y
negativas frente al colonialismo. Durante el siglo XX los norteamericanos han
intentado acoplarse a su destino caribeño y han sabido aprovechar la
localización geográfica de Puerto Rico.
Muchas veces la historia del Caribe hispano
se concebía como parte de la historia de Latinoamérica. Por ende, se fragmentaba
y dificultaba su enseñanza ya que ésta no incluía los componentes franceses,
ingleses y holandeses dentro de la categoría caribeña. Éstos han sido una
influencia fuerte para las Antillas Menores, por lo que no debemos olvidarlos.
La falta de conocimiento condujo a que al Caribe se le etiquetara erróneamente.
Ahora bien, B. W. Higman, explica que en el
1974, se fundó la Asociación de Historiadores del Caribe, con el fin de
establecer una entidad profesional para enseñar y escribir la historia de la
región caribeña. Esto se hizo en parte, con el objetivo de fomentar la unidad
caribeña y fortalecer los vínculos en la región. La invención del Caribe como región
surge, según la opinión del Dr.
Gaztambide-Géigel, como resultado de la irrupción de Estados Unidos en ella como
potencia dominante y agrega que ésta no
fue una acción consciente o consistente de su parte. Gaztambide-Géigel
asegura que “(. . .) a partir de 1898 no
se definió un Caribe, sino muchos Caribes” (40).
Desde luego, Estado Unidos no llegó al
Caribe con la intención de definirnos, o de “inventar” el Caribe, pero al final
si lo logró. Sin lugar a dudas, esta acción se vio pluralizada en varios Caribes
por la mencionada multiplicidad cultural que poseemos. El historiador
Gaztambide-Géigel asegura que el llamarnos “caribe” es un invento del siglo
veinte. Por ello propone cuatro
tendencias con las que pudiera definirse al Caribe. Estas tendencias son las
siguientes: el Caribe insular o etno-histórico, el Caribe geopolítico, el Gran
Caribe o Cuenca del Caribe y el Caribe cultural o Afro-América Central (4).
El Caribe insular, es descrito como análogo
a las Antillas y las West Indies (5).
Las mencionadas West Indies se convirtieron en Caribe
durante la Segunda Guerra Mundial, y esto, según Gaztambide-Géigel, es otro
signo de transiciones imperiales. Además, asegura que gradualmente notamos como
las élites de las West Indies y de
las Antillas se fueron sintiendo “caribeñas” y
como resultado, las West
Indies recobraron su nombre indígena gracias al expansionismo. También
explica que el Caribe insular, es la tendencia más utilizada en la
historiografía y otros estudios acerca de la región. Igualmente pone el énfasis
en la experiencia común de la plantación azucarera esclavista, ya que hay un
Caribe cultural que es el de la plantación. Este Caribe fue el que luchó por la
abolición de la esclavitud. Con relación a esto, es importante decir, que la
economía mundial dependía de estas plantaciones. Jean Casimir, expone que “la cultura caribeña es una respuesta a la
sociedad de plantación, no es la cultura de la sociedad de plantación” (118).
Puede decirse que la cultura caribeña no era una cultura esclavista en sus
orígenes, y por lo tanto, la sociedades de la plantación no fueron bien acogidas
por la masa oprimida, y como consecuente, este factor, aportó al derrumbe del
sistema de la plantación.
En segundo lugar, Gaztambide-Géigel explica
que hay un Caribe geopolítico, y obviamente está refiriéndose al mismo Caribe
insular, incluyendo a Centroamérica y Panamá. En el pasado no se incluían a
estas, y no es hasta después de la Segunda Guerra Mundial que se empezó a
añadir. Asegura que la tendencia del Caribe geopolítico es la más utilizada en
los estudios historiográficos sobre las relaciones que se tienen con Estados
Unidos, ya que es más definida, y por lo tanto, pone más énfasis en las regiones
donde ocurrieron la mayoría de las intervenciones norteamericanas.
Gaztambide-Géigel incorpora al grupo a Venezuela y algunas partes de Colombia y
de México. El autor, aclara que la
Cuenca del Caribe aunque fue popular desde la década de los ochentas, a partir
la política estadounidense hacia la región, ya había sido asimilada por algunas
élites desde la Segunda Guerra Mundial. Es más, la zona era visualizada como un
punto de defensa estratégico para Estados Unidos.
Por último, el autor nos habla de un Caribe
cultural, que según él, no es “geográfico” en el sentido de corresponder con
fronteras políticas, sino que puede incluir por sus características a partes de
países. Además, este hecho se define a partir de la propuesta de Charles Wagley
(1913-1991) de estudiar las Américas a base de unas “esferas culturales”, o sea,
acercarse a Indo-América, Euro-América y la América de las plantaciones. En ese
sentido, se puede considerar al Caribe Cultural como las partes de la América de
las plantaciones que quedan al sur de Estados Unidos y al norte de Brasil, así
como las comunidades emigrantes caribeñas en Norteamérica y Europa, o sea, el
mencionado Caribe de la diáspora.
Por otro lado, Jean Casimir explica que los
países europeos concibieron y organizaron la América de las plantaciones para
servir a sus intereses. La plantación era un sistema socioeconómico que impuesto
casi forzosamente en América. Sin embargo, aclaro que los europeos no mantenían
a sus agricultores en cautiverio. No obstante, en el Caribe se observó que esos
patronos europeos negaban a sus trabajadores caribeños las condiciones adecuadas
para sobrevivir una tarea intensa y la posibilidad de negociar una mejora en sus
condiciones de empleo. Gaztambide-Géigel, respalda este postulado al afirmar que
“la plantación presupone una mano de obra cautiva. El Caribe fue la cuna de la
plantación esclavista” (111). Asimismo, sostiene que ésta producción esclavista
es un producto europeo que prosperó en el Caribe y que equivale a dar por hecho
el carácter criollo de esta institución” (112).
Los europeos encontraron algunos obstáculos
para imponer el sistema de las plantaciones en el Caribe, pese a que el clima y
el terreno, como había mencionado antes, eran favorables. Los problemas fueron
otros más contundentes, por ejemplo, se encontraron con la barrera del
analfabetismo y la marginación política lo cual creaba un abismo entre los
plantadores y su descendencia. El establecimiento de las plantaciones concedió
la oportunidad de tener algunos privilegios como fue la dominación social. Los
plantadores y las autoridades coloniales provenían de unas cuantas naciones
europeas. La plantación ocasionaba la dependencia económica casi total de sus
trabajadores. De esta manera, vemos como la plantación fue parte importante de
las bases económicas y sociales dentro del Caribe.
El cambio de la situación socioeconómica en
el Caribe ocurrió cuando el sistema de plantación quebró.
Ciertamente, el poder económico que existía
en las plantaciones no fue suficiente para llevar éstas exitosamente a su
funcionamiento, por lo tanto, esas haciendas llegaron a un vacío económico. Más
adelante, surge en la región un sistema de empresas privadas que llegan atraídas
por la mano de obra a bajo costo. El estado se ve obligado a propiciar
condiciones favorables para retener las fuentes de empleo porque a veces las
empresas tenían permanencias efímeras y las autoridades querían mantenerlas en
sus territorios. Ciertamente, Jean Casimir está en lo cierto al postular que
está situación fue “la transición de una economía colonial a una nacional”
(108). Este hecho favoreció grandemente al desarrollo de la administración
pública y de los servicios que aseguraban el buen funcionamiento del mismo.
Globalmente, se habla de muchos Caribes sin
definirlos. Como parte de éste, debemos exigir una definición de cada Caribe que
hablemos. Se dice que el Caribe es contemporáneo, aunque, sabemos que es tan
antiguo como toda América y los "indios" Caribe que navegaban estos mares antes
del arribo de los conquistadores. Debemos estudiar su presente sin olvidar su
pasado. Hay que analizar e interpretar las evidencias existentes sobre los
procesos históricos, políticos, sociales, culturales, religiosos y otros, que ha
enfrentado el Caribe a lo largo de todos estos años. Ciertamente, los estudios
caribeños han ido evolucionando poco a poco. Ya la caña de azúcar y las
centrales azucareras han desaparecido en la mayoría de los países. Entiéndase,
que han cambiado a las plataformas de ensamblaje y a la exportación
manufacturera. Asimismo, Emilio Pantojas García alega que en la actualidad se ha
visto en el Caribe como se ha sustituido la plantación por el entretenimiento
turístico, o sea, ahora la región ha pasado de la plantación al resort. El
Caribe actualmente está dominado por centros turísticos para la recreación y el
ocio de las metrópolis, ya que existe una apariencia de progreso.
La caribeñidad de este siglo veintiuno se
va a quedar en el nivel de sentirnos orgullosos de nuestras raíces caribeñas, de
nuestras culturas y tradiciones, pero nada más. No trasciende esa caribeñidad.
No se extiende como las raíces del sauce porque en otros niveles, tristemente,
estamos divididos.
Biografía:
Casimir, Jean. “Las regiones
caribeñas.” La invención del
Caribe. Río Piedras, Puerto
Gaztambide Géigel, Antonio. “La invención del Caribe a partir de 1898
(Las definiciones del Caribe como problema
histórico, geopolítico y metodológico).” Tan
Higman, B. W. “The Development of
Historical Disciplines in the Caribbean.”
General
Knight,
Franklin W. y Colin A. Palmer. “The
Caribbean: A Regional Overview.” The
Modern Caribbean. North Carolina:
University of North Carolina Press,1989: 1-20
Lewis,
Gordon. “Caribbean Society and
Culture.” Contemporary Caribbean
Issues. Río Piedras, Puerto Rico: Institute of Caribbean Studies of the
University of Puerto Rico, 1979: 5-15.
Picó, Fernando. “La cañaveralización de Puerto Rico.” Historia de Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 2006:
240-77.
Picó, Fernando. “La hora de la montaña (de los 1868 al
1898).”
Rodríguez Juliá, Edgardo. Caribeños. San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 2002.
Ruiz de Alarcón, Juan. El desdichado en
fingir: no hay mal que por bien no venga. México: Universidad Nacional Autónoma de
México, 1999.
Notas:
[1] Del libro
El desdichado en fingir: no hay mal
que por bien no venga, de Juan Ruiz de Alarcón. Diálogo entre los personajes Don Juan y
Beltrán en la línea 2650: “No hay suceso que no tenga prevención en Dios,
Beltrán. Por eso dijo el refrán: “No hay mal que por bien no venga.”
”
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por Ivette Marie
Serrano
Gentileza de http://www.oscurosalvaje.blogspot.com/
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